Existen varias formas de presentación y evolución de la EM; clásicamente, se distinguen tres tipos principales:
Son aquellas en las que se producen periodos de recaídas (brotes) seguidos de etapas de estabilización de duración variable. Estas recaídas consisten generalmente en la aparición de síntomas neurológicos debidos a una nueva lesión en el sistema nervioso central. La recuperación de estos síntomas tras el brote puede ser total o parcial; en este último caso quedarán síntomas residuales (secuelas).
Son aquellas en las que, tras una primera etapa de recaídas-estabilización, se pasa a otra de recaídas-progresión o sólo progresión sin brotes. Cuando esto ocurre, los o las pacientes empeoran de forma progresiva independientemente de que tengan o no brotes.
Son aquellas en las que nunca han existido brotes sino un aumento paulatino y lento de la discapacidad desde el comienzo.
La inmensa mayoría de los o las pacientes puede ser incluido en una de estas tres formas, sin embargo, la gravedad de los síntomas y la velocidad con que progresa la enfermedad es distinta en cada persona afectada, independientemente del tipo de EM que tenga.